domingo, 9 de marzo de 2014

DE TRÍOS

Su espalda descansaba con gozo en el colchón, cálido por el contacto humano. Levanta un poco los brazos, aprieta los glúteos y siente el placer intenso de estirarse con su cerebro aún ausente. Levanta la cabeza y puede ver que a través de las sábanas asoman unos diminutos pies de mujer. Unos pies coquetos e ingenuos, unos pies diminutos de mujer diminuta.


Mira bajo las sábanas y ve su cuerpo desnudo. El de ella también. El suyo grande y turgente. El de ella lechoso y diminuto. Si diminuto. Pequeñas curvas conquistan voluptuosamente la cama en forma de valles y colinas. Tiene el tacto suave del melocotón. Recuerda el sabor de su sexo, amargo y dulce a la vez, y como sus piernas pataleaban sin control cuando hundió su lengua entre ellas.


Acarició su delicado costado y deslizo la mano hacia sus nalgas, jugando a buscar un lugar caliente y húmedo. Ella aún dormía. Serpenteo y lanzó un quejido entre sueños. Lamió sus hombros y su cuello, apretó su cuerpo contra el suyo y le jadeo al oído. Ella asintió desde su mundo onírico. Moría de deseo y sudor. Muero de deseo y sudor.


Unas manos grandes y firmes agarran mis caderas mientras intento poseer a la preciosa mujer diminuta. Me coloca boca arriba y besa mis labios. Viajo con la electricidad de mis poros en contacto con su piel. Le doy la vuelta a la mía para que me estrene cada vez que me toca.


El me mira con profundidad cristalina, me vuelve coral. Se sumerge en mi mar, me ahoga con su lengua en mi vulva. Ella despierta y con rostro risueño se acerca a mi ombligo, y escala mis pechos. Siento sus diminutos dientes atacar mis pezones, es suave, es intenso. El la descubre y la coloca en su puesto. Ella entre mis muslos, el entre los de ella.


Me pierdo un momento. Exploto por fuera, palpito por dentro. Te tengo dentro de mi. Cabalgo tu miembro, me empapo de ti, de tu sabor, de tu olor, de tu sudor, de tu saliva, de tu deseo. Ella acaricia tu pelo, devora tus labios, mastica tu cuerpo.



Entregados los tres a un baile sin reglas agotamos hasta el último minuto que cabe en la habitación, quedándonos sin aire, asfixiándonos en el placer.

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