viernes, 18 de mayo de 2012

HISTORIA DE UN PEZÓN

Mis pezones son dos montañitas de terciopelo. Suaves al gusto, dulces al tacto. Ningún amante los desatendió, todos y cada uno de ellos dedicaron ríos geométricos de saliva a ambos lados de mi pecho. Se cuidaron de un tratamiento equitativo para que los dos roques que culminan mis cálidos senos no se sientan huérfanos de aliento humano...


Y yo te digo, como decían en aquel programa de intimidades de barrio, ¡Eso es mentira!. Mentira, sí, mentira. que ¿por que? porque soy pezón izquierdo desde hace más de treinta años, y queridos amigos, el pezón izquierdo sufre el peor de los desprecios de la carne humana.

Te diré una cosa; los fachas porque quieren chupar siempre a la derecha y los progres porque quieren chupar cerquita de la bomba de sangre roja. O eso al menos pienso yo. Será que soy un pezón un poco irreverente que simpatizo con los indignados y en cuanto tengo ocasión me voy de manifa. Porque los pezones tenemos nuestros derechos y sinceramente, nadie los tiene presentes. Tanto derecho al trabajo, tanto todos somos iguales ante la ley, tanto no al maltrato animal. Pues que yo sepa a mi me tienen en el paro por ser de izquierdas y encima maltratado, porque el abandono es maltrato, ¿no?. Pues flagrante desprecio a mis derechos.

Les contaré que en estas de estar ya cansado de recibir solo de cuando en cuanto un lametón descuidado, por aquello de "te como el cuello, no acierto y que gusto me estas dando", decidí entrar en acción. Así que, como todos los órganos del cuerpo, desplegué impulsos hasta el cerebro de mi casera. Los del género masculino sabemos como hacer esas cosas. ¿que?, si, soy Pezón, pero escucha, El Pezón, masculino, así que no te confundas.

Prosigo. Bueno, pues, El Pezón, osea yo, llevaba ya tiempo dándole vueltas a la cabeza (no hagas chiste fácil) y observando, o más bien escuchando los comentarios del conjunto de carne peludo, ósea, hombre, intenté comprender. Los que mi portadora frecuenta son hombres que se sienten atraidos por mutilaciones con acero. Un ombligo perforado es un ombligo visitado. No puedo negar que me costo mucho tomar la decisión de inducir a que me trepanaran, pero todo sea por la fama. Necesitaba visitas y no en mi
Facebook.

Conseguí que el hecho sucediera, pero describirlo es como el que se come un tuno con puas, muy doloroso. Esta es una confidencia que a un tipo de mi género le cuesta reconocer, pero sí, ¡doloroso que te cagas!. No es que de repente yo me haya vuelto una nenaza, es que una trepanación es peor que un parto, señoritas. Yo creí que me había quedado tarado para siempre, me habían perforado la cabeza de lado a lado. Sin embargo me recuperé. Pasaron algunas semanas hasta que volvimos a encontrarnos con nuevas lenguas juguetonas y yo ya estaba completamente repuesto. El Pezón izquierdo al ataque, el antisistema por excelencia, el pecho que nada calla. ¡Chupa, chupa y crece!. Y creció, claro que creció, su polla y mi dolor. Porque yo ya no era el último de la fila, el lumbreras con gafas y aparato que nadie mira. No. Yo era la estrella, la puta estrella. Y durante cuatro años, si, cuatro años que es lo que dura un mandato electoral, fui el centro de atención de bocas con labios carnosos, rugosos, estilo doña, estilo frankfurt, boca sapo, boca tiesa, lengua serpiente, lengua calamar, dientes herviboros, dientes carnivoros....y todo lo que puedas imaginar. Y una cosa es el paro, y otra la sobreexplotación con maltrato, físico y psicológico. Porque a mi me dolia el vaivén del acero traspasando mi cráneo, pero mas me dolía haberme convertido en un Pezón Objeto.

Soy masculino, pero tengo mis sentimientos. Era una situación humillante. Ni un buenos días, ni un puedo. Era una violación de mi intimidad. Una falta de tacto y humanidad. Una invasión constante de ordas lenguinas.

Solo había una solución. Retomar el anonimato. Volver a la invisibilidad de la queja, de la pancarta, de las manifestaciones masivas. Quejarme de mi soledad en público, recuperar la ilusión de volver a luchar por ser deseado. Porque no hay nada mejor que desear. La consecución del hecho hastía. Quiero ser un pezón olvidado que pelea por dejar de serlo eternamente.

Mi portadora capto el mensaje, y ante los constantes pinchazos de dolor que le comunique cada vez que una masa ensalivada me succionaba, decidió retirar el nunca bien recibido metal.

A las pocas semanas volví a encontrar la ilusión. Volví a soñar con ser una estrella, con recibir decenas de visitas anuales con sus cálidos flujos, volví a sentir las mieles de la frustración y el deso de cambio, volví a las estrategegias, al sueño del cambio, ¿un piercing quizás?, volví a ser feliz.




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