Valentina siempre maúlla sola, es su elección. Se considera
gata salvaje, le ha costado mucho tiempo marcar su territorio y está llena de
heridas de guerra (algunas todavía sangrantes).
Pero ella pasea por sus dominios orgullosa, con el rabo en
alto. Está un poco despelusada y le faltan algunos dientes, pero aún se sabe
hembra, por ahora no le preocupa la soledad. Lleva años defendiéndola con sus garras.
Pero….en ocasiones (muy raras), sobre todo algunas noches
del frio invierno, Valentina se permite dar rienda suelta a su imaginación:
Y sueña con un gran gato, un gato azul, ese del que le
hablaban cuando era una cachorrita, ese que leía en los cuentos, el gato con
botas. Sueña que un gato sabio e inteligente la mira con respeto, y que además
la mima cuando lo necesita. Sueña que pasean juntos por los tejados de la
ciudad, que juntos juegan con ratones y que cuando el sol calienta se acurrucan
uno junto a otro y se lamen el pelaje.
Valentina echa de menos que alguien le cure las heridas,
echa de menos un hogar, sentir que todo va bien, que no tiene que luchar para
conseguir nada.
Pero Valentina es gata vieja y sabia. Conoce la noche y sus
habitantes…Valentina sabe que pocos machos pueden resistirse al aullido
agonizante de una gata en celo, sabe que dejaran su nido cegados por el olor del
sexo, son machos y deben cumplir…
Entonces Valentina que lo entiende todo (o eso intenta) no
entiende nada. Ella pocas veces se
ha enamorado, pero cuando le pasa, no le hace falta aullarle a la luna.
No entiende como se puede elegir una compañera de viaje y
luego husmear al aire para controlar los celos de las demás gatas, (o sí).
Ella fue una vez la elegida, y la experiencia le gustó, pero
todo lo que empieza acaba, y valentina que no es de largas agonías a la espera
de la muerte, pensó que la mejor manera de no contagiar y enfermar al resto de
los sentimientos era cortar la parte engangrenada. Y así fue, hoy día es un
gran aliado frente a los infortunios y bienaventuranzas de la vida.
Nunca entendió a otras gat@s que se quejaban del tiempo
perdido, del tiempo invertido. Nunca se pierden años cuando amas, siempre se
gana, aunque el fin, o la meta programada no se haya alcanzado, hay un camino
recorrido, que no se deshace, que se adhiere a nuestra piel, y del que debemos
aprender. ¡Que lástima le dan esos pensamientos!.
Por eso Valentina nunca entiende a los suyos, el resto de la
manada se mueve en círculos continuamente, y ella no quiere dar vueltas en esa
noria.
No cree en medias naranjas, cree en naranjas enteras. No
quiere ser la mitad de nadie, ni que nadie sea su media mitad. Quiere conocer a
otra naranja completa y quiere rodar junto a ella. No quiere tener propiedades,
ni hipotecar su vida ni que nadie la hipoteque por ella, cree en la libertad a
la hora de decidir con quien quieres rodar en la vida. No quiere ambiciones,
solo compartir, respetarse desde la madurez sin engaños inútiles.
Pero Valentina todavía es ingenua….suspira cuando deja colarse
algún gato por la rendija de su corazón,
aunque su olfato le diga que no es ese el que anda buscando. Ella deja
entrar y en ocasiones deja que le hurguen dentro, porque necesita creer, creer
que existe ese compañero de viaje.
Valentina pasea ahora por las sucias callejuelas de su
ciudad, y se ve reflejada en un charco. Su reflejo le devuelve a la realidad,
su sociedad se rige por ciertos impulsos de apareamiento…Y ella es gata vieja, callejera, de pelaje rancio. Sus heridas la afean, y solo de noche puede
engañar para saciar los impulsos de su cruel cuerpo. Entonces Valentina, vuelve
a poner el rabo en alto, sube su cabecita y orgullosa vuelve a pasear sola por
sus dominios. Tampoco se está tan mal.
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