CHACHA QUE BORRACHA
domingo, 13 de abril de 2014
BACANALES
Hoy no tengo el cuerpo para fiesta, dijo.
Veinticuatro horas después aullaban rancheras en los callejones empedrados a ventanas de fortalezas en ruinas.
Poseída por Dionisio era incapaz de caer en los brazos de Morfeo.
En su boca el sabor de varios hombres. En su corazón el mal augurio de no poder conquistar esa dura isla gobernada por un marinero de pelo alborotado y mirada clara.
Buscando nuevos tugurios, el olor a ranció le gustaba, sintiéndose pirata, guardaba en su bolso tesoros robados en barcos portugueses.
Viejas sirenas del nuevo mundo se arrastraban delante de ella, que reía con la boca abierta al lado del dios que la poseyó, Dionisio, que blandía una cerveza como quien levanta una lanza con la que va a matar.
El hechizo convirtió aquel lugar en un puerto lejano, lo convirtió en noche para siempre, los coches ahora eran carretas tiradas por caballos, las calles asfaltadas lodazales con olor a orines y excrementos.
Un cortejo de sátiros rodeaban a Dionisio y a su musa, bailaban con prostitutas y corsarios con patas de palo. Tiempos mezclados, como un combinado de alcohol.
Arrastrando su botas se agarrada al brazo de su querido dios.
Recuerda salir de alguna guarida, entre sus piernas el escozor del exceso, en sus pantalones el olor del deseo, pegajoso y dulzón.
Ahora rebujada en una tormenta de licores que cubrían sus sentidos como una manta de niebla espesa, se da cuenta de cuan fácil era estar en otro tiempo con ayuda de ese veneno maravilloso.
Se presenta el diablo con el antídoto para sacarla del enloquecido abrazo de baco. Maldito diablo, que manda a la musa de nuevo a las tinieblas abismales del mar de donde emergió, de nuevo a las frías aguas del Atlántico. Ahora sabe que desde allí nunca podrá conquistar la isla del marinero de pelo alborotado.
Mira hacia atrás vacía su bolso del motín y de nuevo se sumerge en ese océano de cordura que la tiene presa.
jueves, 10 de abril de 2014
POSEIDÓN Y YEMANYÁ.
Ella llegó vestida de flores y con una bandeja de frutas, subió a su canoa, contenta, no era la primera vez que iba como ofrenda al dios Poseidón. Le daba miedo su barba y su cara de loco, pero era la mas joven de la tribu y sabía cual era su sino.
El dios Poseidón la trababa bien, le daba comida, besos y la dejaba decidir. Pero ella era débil. Era hembra, era simplemente mujer. Y se enamoró. Su mirada se volvía lluvia cuando Poseidón la observaba. Su cuerpo todo agua, todo humedad, era la vida, era la tierra, era Yemayá. Mar. Quien domina la creatividad y a la madre natura. Pero ella ….ay! pobre, no lo sabía.
Se creía dominada por el dios Poseidón, dios de los mares, ese ser que cuando se enfadaba hendía en el suelo con su tridente y provocaba manantiales caóticos, hundimientos y naufragios.
Pero ella, con sus flores rodeando sus pechos y su sexo, con su humilde bandeja de frutas y su mirada de niña no sabía de su poder. Quedó muerta en su segunda visita. Ese dios, esbelto ya no la miraba. Su pueblo había puesto toda su esperanza en esa diosa, pero es que ¡ella no sabía de su poder!. Se comportó como una hembra más. Retrocedió. Y amenazó con un no.
Y Poseidón, ese dios de los mares, el temido, el señor del tridente, el agitador de tormentas, también llamado Neptuno por algunos idiotas, no quiso tener en su canoa a una simple muchacha. Quería a una diosa. A la primera diosa, a Yemayá.
Pero es que Yemayá es mujer. Y aunque ya la había poseído bajo el influjo de la luna llena en otra ocasión. Hoy, sólo tenía una bandeja de frutas y una mirada huidiza, superflua, ambigua.
ESA NO ERA SU DIOSA, SU HEMBRA, SU YEMAYÁ.
Era una simple humana. Una asquerosa y pequeña humana llena de complejos, un ser de carne, apestosa carne… no había ni rastro de una diosa.
Porque ser diosa es creer, es simplemente ser, es oler a diosa, es reír como diosa. Es follar como diosa. Es elevarte por encima esa masa informe que se hace llamar humanidad. Y que el placer de esa diosa derrame lava de los volcanes, provoque incendios y destruya ciudades con su poder.
Pero ese día Yemayá se pensaba humana, y como tal abandonó la canoa, con su cesta de frutas, y con la frente baja. Nunca más volverá a su tribu. Se sumergirá en las oscuras aguas del atlántico para ser leyenda y no una humana más.
Ahora solo quiere ser el recuerdo de aquellos que la gozaron.
Ella llegó vestida de flores y con una bandeja de frutas, subió a su canoa, contenta, no era la primera vez que iba como ofrenda al dios Poseidón. Le daba miedo su barba y su cara de loco, pero era la mas joven de la tribu y sabía cual era su sino.
El dios Poseidón la trababa bien, le daba comida, besos y la dejaba decidir. Pero ella era débil. Era hembra, era simplemente mujer. Y se enamoró. Su mirada se volvía lluvia cuando Poseidón la observaba. Su cuerpo todo agua, todo humedad, era la vida, era la tierra, era Yemayá. Mar. Quien domina la creatividad y a la madre natura. Pero ella ….ay! pobre, no lo sabía.
Se creía dominada por el dios Poseidón, dios de los mares, ese ser que cuando se enfadaba hendía en el suelo con su tridente y provocaba manantiales caóticos, hundimientos y naufragios.
Pero ella, con sus flores rodeando sus pechos y su sexo, con su humilde bandeja de frutas y su mirada de niña no sabía de su poder. Quedó muerta en su segunda visita. Ese dios, esbelto ya no la miraba. Su pueblo había puesto toda su esperanza en esa diosa, pero es que ¡ella no sabía de su poder!. Se comportó como una hembra más. Retrocedió. Y amenazó con un no.
Y Poseidón, ese dios de los mares, el temido, el señor del tridente, el agitador de tormentas, también llamado Neptuno por algunos idiotas, no quiso tener en su canoa a una simple muchacha. Quería a una diosa. A la primera diosa, a Yemayá.
Pero es que Yemayá es mujer. Y aunque ya la había poseído bajo el influjo de la luna llena en otra ocasión. Hoy, sólo tenía una bandeja de frutas y una mirada huidiza, superflua, ambigua.
ESA NO ERA SU DIOSA, SU HEMBRA, SU YEMAYÁ.
Era una simple humana. Una asquerosa y pequeña humana llena de complejos, un ser de carne, apestosa carne… no había ni rastro de una diosa.
Porque ser diosa es creer, es simplemente ser, es oler a diosa, es reír como diosa. Es follar como diosa. Es elevarte por encima esa masa informe que se hace llamar humanidad. Y que el placer de esa diosa derrame lava de los volcanes, provoque incendios y destruya ciudades con su poder.
Pero ese día Yemayá se pensaba humana, y como tal abandonó la canoa, con su cesta de frutas, y con la frente baja. Nunca más volverá a su tribu. Se sumergirá en las oscuras aguas del atlántico para ser leyenda y no una humana más.
Ahora solo quiere ser el recuerdo de aquellos que la gozaron.
domingo, 23 de marzo de 2014
UN DÍA DE CAZA
Adoraba esa sensación. Era como ser un caramelo derretido en una boca caliente. Como el sofoco bajo las sábanas una noche de gripe. Calor, calor y mas calor. Cuando el sol quería hacer acto de presencia y no tenía piedad ni con los lagartos, él se levantaba con el cerebro chorreando deseo. Deseo de ese sucio, de ese que te deja el cuerpo pegajoso, de ese que hiede a vida.
Estaba dispuesto a salir a la calle y no preguntar ni un nombre, no escuchar ni una palabra, solo atender a un gesto.
Se metió en la ducha y depiló su cuerpo. Quería estar preparado para cubrir su cuerpo con cientos, miles de gotas de sudor; que no hubiera obstáculo para que fluyeran por sus brazos y sus piernas, por su pecho, por su cuello, por su cara y sus labios, por su verga.
Se puso cachondo ante la expectativa. Se acarició el pene pero rápidamente desecho la idea. Quería estar desesperado de deseo cuando montara a aquel desconocido.
Salió sin perfume, sin aromas añadidos. Sólo él y sus ganas.
Sería mediodía y el sol azotaba a los transeúntes. Sonrió. El día era perfecto, no fallaría.
Siendo martes el parque no estaría a rebosar, aparentemente, pero la arboleda era otra cosa. Allí los buenos depredadores se camuflaban con el entorno, a la espera de una presa de calidad; en algunos casos sólo de una presa dispuesta.
Se acerco a la zona de caza y se sento en un tronco seco desde el que tenía buena visibilidad. Un par de hienas le acecharon pero no mostró interés por sus penosos huesos. Deseaba una presa de categoría, unos glúteos firmes, una carne fresca. Y le vio.
Parecía un cervatillo asustado pero cuando sus miradas se cruzaron comprobó que era tan solo un disfraz, una piel de cordero. Se acercaron el uno al otro mientras se devoraban en la distancia. No hubo palabras. El cervatillo mostró sus garras. Se arrodillo y con premura desabrocho los botones de su vaquero, le sacó el miembro y lo acarició con ansias. Lamió su tronco, beso su cima y con labios húmedos se la chupo con sed de años.
El le agarró la cabeza con ambas manos y dirigió el ritmo con sacudidas firmes, sintiendo como su garganta se estrechaba y apretaba con fuerza su pene. Rugió. Quería follarse ese pequeño trasero.
Le empujo contra un árbol y le arranco el cinturón con maneras de domador. Azotó sus nalgas y jugo con el pequeño agujero entre ellas. Sin aviso le penetro. Sintió su polla en una cueva estrecha y cálida. El protesto. No le hizo caso, sabía que quería mas. Toco su pene y confirmo sus sospechas. Tenía la verga firma como un soldado. Se la froto mientras le penetraba. Era un cervatillo obediente.
Agotó sus fuerzas contrayendo y relajando sus glúteos, bailando con compás morboso, derramándose en su interior mientras el gritaba al aire un desmayo de gozo.
Estaba dispuesto a salir a la calle y no preguntar ni un nombre, no escuchar ni una palabra, solo atender a un gesto.
Se metió en la ducha y depiló su cuerpo. Quería estar preparado para cubrir su cuerpo con cientos, miles de gotas de sudor; que no hubiera obstáculo para que fluyeran por sus brazos y sus piernas, por su pecho, por su cuello, por su cara y sus labios, por su verga.
Se puso cachondo ante la expectativa. Se acarició el pene pero rápidamente desecho la idea. Quería estar desesperado de deseo cuando montara a aquel desconocido.
Salió sin perfume, sin aromas añadidos. Sólo él y sus ganas.
Sería mediodía y el sol azotaba a los transeúntes. Sonrió. El día era perfecto, no fallaría.
Siendo martes el parque no estaría a rebosar, aparentemente, pero la arboleda era otra cosa. Allí los buenos depredadores se camuflaban con el entorno, a la espera de una presa de calidad; en algunos casos sólo de una presa dispuesta.
Se acerco a la zona de caza y se sento en un tronco seco desde el que tenía buena visibilidad. Un par de hienas le acecharon pero no mostró interés por sus penosos huesos. Deseaba una presa de categoría, unos glúteos firmes, una carne fresca. Y le vio.
Parecía un cervatillo asustado pero cuando sus miradas se cruzaron comprobó que era tan solo un disfraz, una piel de cordero. Se acercaron el uno al otro mientras se devoraban en la distancia. No hubo palabras. El cervatillo mostró sus garras. Se arrodillo y con premura desabrocho los botones de su vaquero, le sacó el miembro y lo acarició con ansias. Lamió su tronco, beso su cima y con labios húmedos se la chupo con sed de años.
El le agarró la cabeza con ambas manos y dirigió el ritmo con sacudidas firmes, sintiendo como su garganta se estrechaba y apretaba con fuerza su pene. Rugió. Quería follarse ese pequeño trasero.
Le empujo contra un árbol y le arranco el cinturón con maneras de domador. Azotó sus nalgas y jugo con el pequeño agujero entre ellas. Sin aviso le penetro. Sintió su polla en una cueva estrecha y cálida. El protesto. No le hizo caso, sabía que quería mas. Toco su pene y confirmo sus sospechas. Tenía la verga firma como un soldado. Se la froto mientras le penetraba. Era un cervatillo obediente.
Agotó sus fuerzas contrayendo y relajando sus glúteos, bailando con compás morboso, derramándose en su interior mientras el gritaba al aire un desmayo de gozo.
domingo, 9 de marzo de 2014
DE TRÍOS
Su espalda descansaba con gozo en el colchón, cálido por el
contacto humano. Levanta un poco los brazos, aprieta los glúteos y
siente el placer intenso de estirarse con su cerebro aún ausente.
Levanta la cabeza y puede ver que a través de las sábanas asoman
unos diminutos pies de mujer. Unos pies coquetos e ingenuos, unos
pies diminutos de mujer diminuta.
Mira bajo las sábanas y ve su cuerpo desnudo. El de ella también. El suyo grande y turgente. El de ella lechoso y diminuto. Si diminuto. Pequeñas curvas conquistan voluptuosamente la cama en forma de valles y colinas. Tiene el tacto suave del melocotón. Recuerda el sabor de su sexo, amargo y dulce a la vez, y como sus piernas pataleaban sin control cuando hundió su lengua entre ellas.
Acarició su delicado costado y deslizo la mano hacia sus nalgas, jugando a buscar un lugar caliente y húmedo. Ella aún dormía. Serpenteo y lanzó un quejido entre sueños. Lamió sus hombros y su cuello, apretó su cuerpo contra el suyo y le jadeo al oído. Ella asintió desde su mundo onírico. Moría de deseo y sudor. Muero de deseo y sudor.
Unas manos grandes y firmes agarran mis caderas mientras intento poseer a la preciosa mujer diminuta. Me coloca boca arriba y besa mis labios. Viajo con la electricidad de mis poros en contacto con su piel. Le doy la vuelta a la mía para que me estrene cada vez que me toca.
El me mira con profundidad cristalina, me vuelve coral. Se sumerge en mi mar, me ahoga con su lengua en mi vulva. Ella despierta y con rostro risueño se acerca a mi ombligo, y escala mis pechos. Siento sus diminutos dientes atacar mis pezones, es suave, es intenso. El la descubre y la coloca en su puesto. Ella entre mis muslos, el entre los de ella.
Me pierdo un momento. Exploto por fuera, palpito por dentro. Te tengo dentro de mi. Cabalgo tu miembro, me empapo de ti, de tu sabor, de tu olor, de tu sudor, de tu saliva, de tu deseo. Ella acaricia tu pelo, devora tus labios, mastica tu cuerpo.
Entregados los tres a un baile sin reglas agotamos hasta el último minuto que cabe en la habitación, quedándonos sin aire, asfixiándonos en el placer.
Mira bajo las sábanas y ve su cuerpo desnudo. El de ella también. El suyo grande y turgente. El de ella lechoso y diminuto. Si diminuto. Pequeñas curvas conquistan voluptuosamente la cama en forma de valles y colinas. Tiene el tacto suave del melocotón. Recuerda el sabor de su sexo, amargo y dulce a la vez, y como sus piernas pataleaban sin control cuando hundió su lengua entre ellas.
Acarició su delicado costado y deslizo la mano hacia sus nalgas, jugando a buscar un lugar caliente y húmedo. Ella aún dormía. Serpenteo y lanzó un quejido entre sueños. Lamió sus hombros y su cuello, apretó su cuerpo contra el suyo y le jadeo al oído. Ella asintió desde su mundo onírico. Moría de deseo y sudor. Muero de deseo y sudor.
Unas manos grandes y firmes agarran mis caderas mientras intento poseer a la preciosa mujer diminuta. Me coloca boca arriba y besa mis labios. Viajo con la electricidad de mis poros en contacto con su piel. Le doy la vuelta a la mía para que me estrene cada vez que me toca.
El me mira con profundidad cristalina, me vuelve coral. Se sumerge en mi mar, me ahoga con su lengua en mi vulva. Ella despierta y con rostro risueño se acerca a mi ombligo, y escala mis pechos. Siento sus diminutos dientes atacar mis pezones, es suave, es intenso. El la descubre y la coloca en su puesto. Ella entre mis muslos, el entre los de ella.
Me pierdo un momento. Exploto por fuera, palpito por dentro. Te tengo dentro de mi. Cabalgo tu miembro, me empapo de ti, de tu sabor, de tu olor, de tu sudor, de tu saliva, de tu deseo. Ella acaricia tu pelo, devora tus labios, mastica tu cuerpo.
Entregados los tres a un baile sin reglas agotamos hasta el último minuto que cabe en la habitación, quedándonos sin aire, asfixiándonos en el placer.
lunes, 15 de abril de 2013
FUNDIDO EN NEGRO
EL RELATO MÁS TRISTE DEL MUNDO.
(Una aclaración: este relato no tiene nada que ver con la temática de este blog. Este relato está dedicado a una persona que se ha ido hoy. Es mi pequeño homenaje. Es como si se lo debiera, aunque no la conocía mucho, su historia me ha atrapado tanto que me siento parte de ella....entiendo que no la lean....que la dejen a la mitad....seguramente yo también lo haría.)
(Una aclaración: este relato no tiene nada que ver con la temática de este blog. Este relato está dedicado a una persona que se ha ido hoy. Es mi pequeño homenaje. Es como si se lo debiera, aunque no la conocía mucho, su historia me ha atrapado tanto que me siento parte de ella....entiendo que no la lean....que la dejen a la mitad....seguramente yo también lo haría.)
Un pasillo, no era largo, lo suficiente.
Habitaciones y olor a desinfectante, el color frío
de los fluorescentes, y una sombra errante que pasea sin rumbo de la 620 a la
650…
Algo te aprieta el corazón, y yo que tengo callo en
el alma, empiezo a temblar como una niña en la oscuridad.
No se a donde voy, pero el instinto me lleva sólo,
en la puerta un cartel “acceso restringido”, dentro ….silencio.
Hipnotizada, delante de la puerta, no me atrevo ni a
tocar. A veces es mejor recordar.
Ella está peleando por su vida, es una lucha sin
tregua….su cuerpo se resiste a ser dormida, a ser olvidada, sabe que su hijo no
la recordará. Debe ser su madre siempre.
Y se pregunta…¿porqué no me dejan darle el último
abrazo?
Y grita….NO ME DUERMAN…pero lo grita con el alma,
pues de su garganta no sale sonido, ya no hay fuerzas ni aire para mover las
cuerdas vocales.
Piensa en todo lo que quiere decir, sin mirar ve a
toda esa gente que entra y sale de su cárcel blanca, insípida, desinfectada. Y
da recados, da órdenes….le dice a su marido que no abandone a su hijo, que lo
ame, que no la olvide y que le hable de ella. Pero la realidad es que ella está
inmóvil y todo su discurso se traduce en …AGUA…..cada media hora abre sus ojos pregunta la hora y pide agua…..
Cada media hora…
Cada media hora….
Entra la enfermera, lleva dos grandes jeringas con
un líquido naranja….son enormes. Ella ve ese líquido de la muerte, lo huele,
como un preso condenado a muerte, a la inyección letal. Inmóvil y presa de sí
misma se pregunta….¿cuál ha sido mi pecado?
Lentamente repasa su vida. Y decide quedarse con el
momento en que da a luz a su único hijo, es feliz, se agarra a ese sentimiento,
hasta que de pronto el pánico se le agarra a su piel como un gato asustado.
Ahora quiere llorar, pero se da cuenta de que no
tiene lágrimas, ni siquiera tiene la sangre suficiente para dar calor a sus
mejillas. Su corazón está engangrenado por esa maldita enfermedad que como el
mejor de los okupas, se ha instalado definitivamente en él.
Ahora su madre entra …está maldita como ella.
En ese limbo en el que el cuerpo se debate entre la
vida y la muerte (es mentira eso de que el limbo no existe) ella la ve casi
transparente, símbolo de que pronto estarán juntas allá donde quiera que se
vaya uno al abandonar el cuerpo…cuando su madre entra, su espíritu se calma
unos instantes, el cuerpo se relaja y el dolor se mitiga. La presencia de su
mama es mejor que cualquier chute de morfina.
Morfina….da sueños intranquilos, alivia, pero la
mente la activa, abre puertas hacia mundo sórdidos. Ahora bichos, luego
escaleras larguísimas, las cuales debe de subir superando pruebas…cada escalón
una prueba, ella abre los ojos y dice que arriba en el último escalón tiene la
certeza de que estará bien…lo sabe y se esfuerza por superar las pruebas. Pero
primero tiene que despedirse….
Despedirse….hay algo más triste?
Despedirse….cuando no te quieres ir
No….
NO
Y la enfermera entra…y luego el médico, que charlan
con los familiares….inquietos, pues esas jeringas de color naranja no ha sido
suficientes para inducir el coma de la paciente.
Es que nadie se da cuenta???....no se quiere ir.
Quiere agarrarse a la vida, quiere sentir el dolor de la muerte, quiere irse
dando gritos, pataleando, llorando como una niña desconsolada…no quiere una ida
dulce de sueños narcotizados.
Pero resulta que el protocolo es el protocolo, no
hay que sufrir. Hoy todo es insípido e indoloro. Hoy todo es gris medio.
Hoy se ha ido.
Hoy he querido hablar por ti….aunque casi no te conocía.
Hoy te digo adiós en público.
.
Adios linda.
jueves, 14 de febrero de 2013
ENTRE MUSAS ANDA EL JUEGO.
¿LAS MUSAS SIEMPRE ESTÁN AHÍ?
Da gracias a dios que tengo unas lentejas para comer
porque
el vino me turba.
Le digo que tengo el cerebro seco como un esparto, y
me dice que las musas siempre están ahí.
Pero yo sé que las musas sólo salen cuando el vino
les abre la puerta.
Estoy seca, estoy quizás demasiado bien.
Mi vida es lenta pero segura, tengo una serie de
amoríos desaboríos, en blanco y negro y en sepia.
Todo va según lo previsto.
Últimamente hablo con todos desde el salón, hace
tiempo que no bajo a los sótanos de mi mente para correr por entre las cajas,
tropezarme con mis pensamientos y esconderme de los intrusos asustándolos
perversamente.
No.Todo ocurre en el recibidor, en el salón y en
ocasiones en mi habitación. Todo limpio, todo preparado para las visitas. Y eso
es demasiado recto, demasiado formal, me cansa…
No encuentro mentes con las que compartir momentos
de juegos en la oscuridad, de risas y de insultos, de malcriadeces y de
meternos el dedo en el ojo y luego decirnos “te quiero mucho”.
Ya no hay a
quien regalar un petardo a sus pies y luego salir corriendo entre carcajadas de
placer por la maldad. Ahora soy una señora, sin más. Y tengo que decir que odio
ser señora.
Estoy conectada, hablo con gente, me preguntan, y yo
contesto que mis necesidades están cubiertas, pero no me gustan. Es como cuando
no te queda más remedio que cagar en un bar de carretera, lo haces y punto.
Doy una vuelta más a mi recibidor...
TOC TOC, alguien toca!!!
Marvin gave de fondo, todo listo, las luces
encendidas, las ventanas abiertas, las cortinas limpias, todo huele bien,
nada es excesivo.
Me siento en mi sillón de seda y miro con
entusiasmo, soy la mejor de las anfitrionas. Pero no escucho, sólo
pienso en la cantidad de gamberradas posibles que puedo realizar en ese
momento. Soy una estatua de sal; "Sí señor, como no, claro está…..tiene usté
toda la razón, que buen corazón tiene caballero".
Pero sólo deseo saltar y brincar por encima de su
cabeza, lanzar escupitajos, reirme hasta que me duela el estómago y bajarle los
pantalones en público mientras cantamos bajo la lluvia.
Entonces recojo mis pensamientos, los meto en un
saco. Espero que la visita se marche, abro el sótano y lanzo el saco.
Hasta la vista baby!, ya no queda nada. Pero mi
curiosidad hace que me asome un poco más y aspire el aire seco , el olor a
cerrado, hace que me recree con la oscuridad……
¿Volveré a bajar sola al sótano?, sé que será algo
emocionante…tengo que cerrar ya las habitaciones, tengo que cancelar las
visitas y empezar a disfrutar de mis rincones más oscuros, únicos,
inaccesibles, maravillosos, los mostraré sólo a quien quiera compartir los
mismos sótanos, las mismas humedades.
Mientras tanto, voy a llenar mi casa
de sábanas blancas para que los muebles se conserven, y en breve bajaré con la
idea de no subir a abrir puertas a quien no me apetece.
Ahora tigretón y yo bailamos delante del espejo, el reflejo nos regala una imagen digna del mejor de los cuentos, una Alicia en el país de las maravillas sin complejos...
La música suena, damos vueltas mientras el vino se derrama entre las ramas de mi ya ansiado mundo, ahora toca disfrutar.
domingo, 11 de noviembre de 2012
REFLUJOS Y REVUELCOS
(recomiendo la lectura del relato con la banda sonora que aparece al final del mismo)
Acto I
Momentos de reflujos
Ella llora desconsolada mientras mete la ropa en la lavadora, los mocos le caen con total libertad, campan a sus anchas alrededor de la boca y por su camiseta sucia.
Ella para, lo justo para pensar que tiene en el baño un par de bragas más que debe lavar....luego pasea por la casa en busca de calcetines exploradores.
Se acuerda de nuevo, y vuelve el llanto, no le pone límites a este, patalea y berrea sin vergüenza, no tiene nada que ocultar.
Hace el almuerzo en total calma, se sienta delante del ordenador y entonces vuelve la rabieta colérica, mira a su alrededor con la boca abierta en una enorme mueca, como una niña perdida buscando a su madre.
Se da cuenta del tiempo que hacía que no se lo pasaba tan bien,un desahogo pleno, ahora pasa de la risa al llanto y del llanto a la risa, disfrutando en cada cambio, sorbiendo mocos y buscando en sus recuerdos más quistes para extirpar......es su momento, personal e intransferible.
Acto II
Momento de revuelcos
Ella mira el correo, abre un libro, limpia una estantería, revisa su facebook, observa detenidamente como asoma su dedo gordo del pié por el agujero del calcetín, y entonces de nuevo su cuerpo se vuelve agua, se derrama con cada movimiento brusco.
Como cerdita en el cochiquero, se revuelca emitiendo pequeños gruñiditos de placer sobre los recuerdos desparramados por el suelo. Se levanta, ese momento merece tener banda sonora, piensa, y no una banda sonora cualquiera, memorias de áfrica está bien.....ensoñadora, cálida, melancólica sin ser deprimente y viajera, actúa como un fantástico aglutinante de recuerdos.
Regresa al ordenador, la mejor manera de que el momento no se pierda es releer el motivo de su desgracia. Saborea cada palabra, descansa en cada coma, y se para en cada punto y aparte dejando espacio para el silencio.
Se enfada, le grita a sus fantasmas, le contesta furiosa al ordenador....¡pero qué se cree!...¡faltaría mas!.....¡intolerable! ¡inadmisible!......¿pero por qué?.......por qué a mi!!! por qué ahora!!!!
(Bien. Todo correcto. Ahora ella vuelve al acto I, donde los reflujos vuelven a apoderarse sin piedad de su cuerpo, momento que aprovecha para dar rienda suelta al acto dos, los revuelcos en el suelo junto a sus recuerdos...justo como lo había planeado)
Acto III
Entre reflujos y revuelcos
Ella está sentada en su sillón, rodeada de pañuelos mocosos que aplauden con entusiasmo su actuación, de su camiseta sucia cuelgan algunos reflujos secos esperando su requiem , su dedo gordo sigue asomando desapasionadamente por la ventana del calcetín, aburrido bosteza e intenta entrar de nuevo en su guarida un tanto maloliente.
A oscurecido, la ropa se queda dentro de la lavadora, quizá hoy no salgan a escena, un calcetín viajero se asoma tímidamente por debajo del mueble del salón. La oscuridad se une a los pañuelos de mocos en un monumental aplauso. Ella sigue inmóvil, sentada en su sillón piensa en cual será el siguiente acto....
Por hoy no ha estado mal, se levanta despacio, saluda a su público con una reverencia, recoge sus papeles, apaga el ordenador y sale de escena.
Fin.
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